Los viajeros que regresaban del sur de Egipto hablaban de la existencia de templos situados entre el desierto de Nubia y el río Nilo. Los majestuosos colosos de piedra que se erigían de las arenas del desierto guardaron su secreto a salvo de las generaciones posteriores.
La UNESCO, en una operación de rescate sin precedentes en la que participaron más de 50 naciones, los trasladó a fines de la década de 1960.
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