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En este episodio se examinara el primer obstáculo de un ciclo de vida, un momento de todo o nada para cualquier criatura y muy a menudo para su padres, quienes deben proteger a sus hijos, e incluso si esto les cuesta la vida.
En este capítulo conoceremos desde las nevadas montañas de Alaska hasta las arenas ardientes de la Sabana Africana, lugares en donde cada animal debe hallar su lugar en el mundo y aprender a construir una madriguera que lo proteja de los depredadores o una simple cueva para dormir durante el invierno, hasta los simples refugios en el fondo del mar.
Desde feroces peces que devoran mamíferos, pequeñas aves que comen peces, pacientes y agresivos reptiles, serenos marsupiales vegetarianos y lagartos de distintos tamaños y especies; todos deben hallar la forma más eficiente de alimentarse.
La naturaleza no tolera debilidad, pero la fortaleza debe aprenderse o ganarse. Los animales se fortalecen gracias a los lazos familiares o a la fuerza bruta. Poder, puede ser el chillido de un demonio de Tamzania o el día tranquilo bajo el sol de un rinoceronte; en todo caso la fuerza para sobrevivir sólo puede ganarse si se acatan las reglas.
La fuerza reside en los números, así es la naturaleza, ya sea en una manada de lobos hambrientos, un clan de lémures al sol, la seguridad de una fortaleza de termitas o bajo el poder y protección de la manada de un león. Lo que es bueno para el grupo también beneficia a un solo individuo, ya que trabajar juntos y dividir las obligaciones las criaturas salvajes se vuelven animales sociales.
El deseo de reproducirse presiona a todas la criaturas vivientes, desde el cortejo del caracol común a la perfumada persecución del leopardo. Los animales gastan grandes cantidades de energía y recurren a elaboradas técnicas para para mantener sus genes en la jugada. Algunos son reproductores prolíficos, otros son padres mimadores y todos compiten para dejar parte de ellos en el futuro mientras la vida sigue.