María, una migrante venezolana, y Carlos, un colombiano, han recorrido miles de kilómetros en búsqueda de una vida mejor. Su historia es un reflejo de la lucha y la resiliencia de quienes, a pesar de las adversidades, siguen adelante. María salió de su país junto a su hijo en junio del 2024. Durante el trayecto conoció a Carlos, quien ahora es su pareja. Ambos han intentado cruzar a los Estados Unidos en varias ocasiones, pero siempre fueron deportados. Carlos relata: "Llegamos por allá por el lado de Piedras Negras y otra vez llegó el momento y otra vez deportado para abajo." Las dificultades no comenzaron ahí. Uno de los momentos más crueles de su viaje fue atravesar la selva del Darién, una experiencia que dejó marcas imborrables. María describe: "Nosotros pasamos en la selva y eso era demasiado cruel. Había muchos, muchos muertos. Yo pasé por eso pues. Vi muchos muertos y no le recomiendo a nadie que se meta por ahí." Hoy, María y Carlos encuentran un refugio temporal bajo un puente vehicular en Irapuato, Guanajuato. Allí han montado un pequeño campamento que incluye dos casas de campaña y una cocina improvisada. María comparte: "Esta es la de mi niño, y esta es mi cocinita. Voy a cocinar pescado y me regalaron arroz. Voy a hacerlo frito." Sus sueños de llegar al norte se han frustrado, pero la empatía y el apoyo que han recibido en Irapuato les ha dado esperanza. María expresa: "Me siento bien porque aquí de verdad nos ayudan. Sí, Irapuato sí nos ayuda. Gracias le doy, porque nos ayuda con los alimentos, con ropa, zapatos, lo que uno necesite." Ahora planean su regreso. La ruta será la misma que los trajo hasta México, pero esta vez tomarán una lancha para evitar el horror de la selva del Darién. Su destino final es Panamá, donde esperan encontrar una nueva oportunidad. A pesar de todo, María y Carlos llevarán consigo el recuerdo de la solidaridad que encontraron en Irapuato, un lugar que, aunque temporal, marcó un momento de respiro en su ardua travesía. Jorge Rodríguez